En la capital belga, centro neurálgico de Europa, se han vivido unos días sorprendentes y tensos. Se temía un segundo ataque yihadista y andaba suelto uno de los principales autores de la masacre parisina. La ciudad ha quedado cerrada, blindada, se ha registrado ese nido de víboras que es su barrio de Moelenbeek pero sin resultados ni explicaciones convincentes cuando se acuerda volver a la normalidad y acabar con el estado de emergencia (que para muchos ha sido injustificado).
La guinda la han puesto sus reyes, que el día de máxima alerta se relajaban en el Spa de un hotel de lujo en Francia.
Todo ha sido un despropósito. Si hay que comparar podemos presumir en España de Servicio de Inteligencia y de Rey.