Una cuestión que suscita este hecho atroz y, desgraciadamente, habitual es cómo debemos responder ante él. Si te muestras alarmado y exiges más voluntad y mejor organización para combatirlo con eficacia, califican tu actitud como inadecuada, argumentando que eso es precisamente lo que pretenden los asesinos.
Parece que lo políticamente correcto es permanecer insensible e indiferente, oír el grave sonido del violoncelo, encender una vela y…esperar hasta el próximo atentado. Así hasta que ellos decidan dejar de matarnos.
Algún desgraciado majadero que detenta alcaldía nos acusa a las víctimas y dice que esto es fruto de nuestros errores históricos; como si los descerebrados yihadistas conocieran la Historia o necesitaran motivos diferentes de su propio odio.
Y nosotros, padeciendo a los verdugos y a los alcaldes.
Los terroristas no tienen por qué ni para qué conocer la Historia, su razón de ser es causar muerte y destrucción a su antojo, pero los líderes políticos occidentales sí tienen el deber de conocerla, para extraer lecciones de ella y evitar cometer los errores cometidos en el pasado.
Esta situación que sufrimos requiere una respuesta unánime y rotunda, las medias tintas, y el acomplejado pacifismo de las democracias, ya demostraron su ineficacia durante los meses previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, con la política de apaciguamiento por la que optaron los gobiernos de Francia e Inglaterra ante la amenaza expansionista de Hitler.
Pues parece que tropezamos dos o más veces en la misma piedra.Surgen actitudes comprensivas que atenúan la gravedad de estos actos terroristas buscando nuestra parte de culpa en el proceso.Salvando las distancias,es algo parecido a lo que piensan algunos sobre el nacionalismo cuando creen que cedería si se dialoga con ellos.Lo cierto es que se trata de un fenómeno insaciable por naturaleza,sólo se mantiene o crece a base de exigir y de victimismos.
Deberíamos aprender alguna vez.