Entramos en una era TrumPutinesca que no puede traer nada bueno. Un ambicioso frío y calculador y otro atolondrado y necio forman un tándem cuyas decisiones afectarán al mundo entero. Para Europa serán negativos y aquí cuentan con la ayuda de movimientos nacionalistas extremos cuyo triunfo les serviría en bandeja una UE fragmentada y débil.
Sólo cabe reforzar la integración y armonía en todos los órdenes: defensivo, económico, legislativo, judicial, etc, creando grandes centros de decisión supranacionales que no restan soberanía porque formamos parte de ellos con voz y voto.
De paso habrá que recordarles que Europa es la cuna de la democracia, de los derechos humanos y, aún más, de la racionalidad como cualidad definitoria del hombre.