Es obvio que la UE no logra su propósito de crear una entidad supranacional en la que todo país se sienta protegido y potenciado sin perder su soberanía.
El nuevo “fantasma que recorre Europa” ya no es el del comunismo (Marx, 1848) sino el de la extrema derecha, unos partidos nacionalistas y euroescépticos que han encontrado un filón en la inmigración ilegal y el aumento de refugiados.
No se libran ni las clásicas socialdemocracias nórdicas, crecen desde Suecia hasta Italia y con especial intensidad en países del Este como Hungría o Polonia.
España es una excepción. Durante la Transición la derecha más radical se integró en AP y supo adaptarse al sistema razonablemente.
Ahora se coordinan entre sí para hacer una demostración de fuerza en las elecciones de Mayo. Cuanto menos lo logren, mejor.