El presidente se sabe huérfano, mal acompañado y muy criticado por su torpe gestión de la crisis sanitaria. Pretende una reedición de los pactos de la Moncloa que tan fructíferos resultaron en la Transición. Pide lo que nunca ha dado: unidad y lealtad.
Parece más fruto del oportunismo que de la convicción y además el panorama y, sobre todo, los actores son diferentes.
Sánchez no es Suárez y, mucho menos, Felipe González; Calviño ni se acerca a Fuentes Quintana; Iglesias es un trasnochado comunista de miserable conducta al lado de Carrillo; Miquel Roca es un dechado de lucidez frente al perturbado Torra; el PP es golpeado a conciencia por su emancipado VOX.
Sería un fracaso imperdonable que no sean capaces de unirse en aras del bien común ante la tragedia que vivimos. De todas formas, aquel espíritu de los pactos del 77 y de la Constitución del 78 no volverá.
Suárez tenía sentido de Estado, propósito de servir al interés nacional, moderación, capacidad de concordia, habilidad…
Esto de ahora no hay por donde cogerlo. El tándem a los mandos es ponzoñoso.
Por eso es verdad aquello de que la Historia no se repite y,si hace algo parecido, la segunda vez es una farsa.