Otra polémica estéril que podía haber sido evitada. El estado de alarma, su alcance y su duración se ha convertido en arma arrojadiza entre los partidos.
Después de dos meses y cuatro prórrogas son muchos los expertos que opinan que hay leyes en nuestro ordenamiento jurídico (cuatro al menos) que permitirían levantar el estado de alarma sin perder sus garantías sanitarias y amparar más algunos derechos básicos.
El presidente se empecina en mantenerlo porque está más a tono con su modo personalista de gobernar, amenaza con falsos desastres si se retira y aprovecha la fragmentación partidista.
La oposición lo acusa de hacer un uso espurio de ese recurso constitucional y usarlo como coartada para otros fines (indultos, ley de educación, CNI, etc)
Mientras, los españoles aceptamos con una jodida e impuesta resignación que sean incapaces de reunirse y tomar decisiones en función de lo que interesa a los ciudadanos.
Demasiados trileros e incompetentes sueltos.