Si una mujer comercia con su cuerpo a cambio de grandes sumas de dinero es una puta, por mucho que queramos retorcer el lenguaje.
Si un policía se corrompe hasta las trancas, vende información secreta y se sirve de sus contactos tendremos que admitir que vive en una cloaca, es su ocupante más característico, una rata.
Lo caminos de ambos se cruzan y forjan un arma que les sirva para chantajear a las instituciones del Estado, graban una conversación entre ellos que se nota totalmente dirigida al fin predeterminado. Fracasadas sus amenazas deciden filtrarla a un medio de comunicación y surge un gran escándalo que conmueve hasta los cimientos del Estado.
Conviene esperar y no perder la perspectiva; no vaya a ser que estemos viviendo la fábula de la puta y la rata que acabe con extraña moraleja.