Durante el invierno muere mucha gente buscando el reconfortante calor de una estufa de butano, brasero eléctrico o leña en la chimenea. En la mayoría de los casos por una mala combustión que produce gases tóxicos y entre las víctimas predominan niños y ancianos.
No sé si se publica la cifra total- como se hace con las víctimas del tráfico o la violencia machista- pero seguro que es tan alta como preocupante.
Deberíamos pensar en posibles soluciones; tal vez la renovación y revisión más intensa de aparatos caloríficos, subvencionar instalaciones modernas o facilitar la salida de la vivienda que a veces se convierte en una ratonera. Cualquier cosa que sirva para disminuir este goteo de absurdas muertes.