AQUIESCENCIA

 

Cada día que pasa resulta más asombroso el grado de aceptación-resignación que mostramos ante las conductas y hechuras de Pedro Sánchez. Es algo digno de análisis político y psicopatológico.

Desde que este hombre se convirtió en un personaje público no ha traído más que crispación y enfrentamientos. Ahora se dispone a perpetrar un auténtico ataque a la estabilidad, a la Constitución y a la unidad de España, presidiendo un gobierno de coalición que sólo puede ocasionar desastres por sus socios y por los apoyos para poder gobernar. Un país serio no puede depender de populistas falsamente progres y de gentes que quieren quebrar al propio Estado. Pero Sánchez está implorando a unos y a otros hasta el ridículo y la humillación. Su partido, subyugado y anestesiado, permanece en silencio, acrítico, una actitud que nunca había caracterizado al PSOE.

 

 

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