La capacidad de Trump para sorprendernos es inagotable. Su reacción frente al último asesinato policial a un negro es increíble; critica a la víctima, elogia al asesino y casi parece lamentar no haber sido él quien clavó su rodilla en el cuello de George Floyd; incendia las calles y amenaza con el ejército.
Ha sido reprobado por cuatro expresidentes, desobedecido por el jefe del Pentágono, abandonado por algunos altos cargos y calificado como despreciable por el candidato demócrata. No lo soporta ni su mujer, que tiene que hacerlo porque figura en el contrato. Pero él sigue impertérrito dejando pasar el tiempo, comiendo hamburguesas y bebiendo Coca-Cola hasta la próxima.
Una cosa así nunca debió llegar a la Casa Blanca. Pone a la Ámerica profunda ante su propio espejo, les da voz y protagonismo hasta el punto de que probablemente lo reelijan, mantengan esa desgracia para USA y para el mundo.
Las llamadas “Colas del hambre” son un triste fenómeno creciente, el indicador socioeconómico mas negativo de la pospandemia. No las componen los indigentes callejeros ni individuos con algún tipo de adicción que acaban marginados.
Son personas que hasta ayer tenían alguna fuente de ingresos y la han perdido. Como no sobran precisamente puestos de trabajo, su paro se prolonga y hay que comer todos los días.
Gentes resignadas, cabizbajas, con pocos motivos para el optimismo, componen una imagen lacerante (no para ellos sino para nosotros).
Todavía no se ha oído a los sedicentes rojos que nos cogobiernan un gesto de apoyo a las Instituciones que ofrecen estos alimentos, más bien parecen dispuestos a “nacionalizar” Cáritas, Cruz Roja, Jesús Abandonado, etc y criticar a la Iglesia Católica por esta labor tan solidaria.
Hay que esforzarse para que sólo veamos colas de acceso a un estadio o a un concierto.
Un profesor de Filosofía está obligado a explicar todas las doctrinas filosóficas y a todos sus autores, pero nada lo priva de tener sus predilecciones e identificarse con unos más que con otros.
Parece claro que Salvador Illa, ministro de Sanidad a la sazón, no siente ninguna simpatía por Pitágoras y sus discípulos. Los números eran de trascendental importancia para el filósofo presocrático y carecen de significado para el ministro. Hasta eso resulta discutible en este Gobierno. Y ahí lo tenemos, con la inestimable ayuda del melifluo Simón, ofreciendo un espectáculo bochornoso en torno a la cifra de fallecidos por Covid-19.
Parece que rebajando la cantidad quisiera encubrir la torpe gestión del Ejecutivo. Su enredo con los números de la pandemia es más difícil de entender que el más abstruso de los problemas en la Historia de la Filosofía.
Creo que a quienes tenemos cierta edad el maldito bichejo nos va a amargar el resto de nuestra vida porque la va a llenar de incertidumbre e incomodidad.
Aún no se ha cerrado esta fase y se habla de un posible rebrote, pero lo cierto es que en algún momento podremos considerar que se ha ganado la batalla al Covid-19, el día en que se descubran una vacuna y unos antivirales efectivos.
En cuanto a la fase siguiente hay división de opiniones acerca de si nuestra vida social cambiará mucho o pronto volveremos a la rutina.
Cuesta imaginar que cederá la fiebre turística que llena los cielos de aviones y los mares de barcos; que los jóvenes renunciarán a botellones y conciertos; una España sin fútbol, toros, bodas y comuniones o algunas ciudades sin sus fiestas populares y los ingresos que les proporcionan: fallas, sanfermines, feria de abril, etc.
Tras la devastación viene la reconstrucción que se empieza a diseñar desde la UE hasta el último Ayuntamiento.
En España se convoca a partidos y agentes socioeconómicos para lo que pomposamente se quiso llamar Nuevos Pactos de la Moncloa y ha quedado en una Comisión que, por cierto, ya ha mostrado la miseria política en la que vivimos, la condición de dinamiteros de los de Podemos con todo lo que suene a constructivo y la necesidad de que algunas viejas glorias socialistas se retiren.
En Murcia ese pacto se ha firmado con la ausencia del PSOE. Para Sánchez es claudicante firmar con un gobierno del PP y por aquí mandan dos de sus pretorianos más incondicionales- los dos con cargo público- que ni tienen opinión propia ni les preocupa el bien general, sólo son voz de su amo y tributarios de aquel estúpido “no es no”.
Va perdiendo progresivamente la primera parte de su apellido, empequeñece a pasos agigantados. Yo creo que vivía mejor siendo magistrado de la Audiencia, ejerciendo dignamente su profesión, y que nunca debió ceder a la tentación de ocupar un ministerio, menos aún el de Interior.
Le está tocando enfrentarse a situaciones de las que sale poco airoso.
Se enfrentó a Cs cuando sus dirigentes asistían a una manifestación de LGTBI y apoyó al colectivo por razones obvias.
Ha soportado los insultos de una colega ministerial que es mujer brava y agresiva. Deja casi desamparados a los Cuerpos de Seguridad cuando actúan en Barcelona contra la guerrilla urbana o le elevan una queja por las declaraciones de la joven y rojísima ministra a propósito de las mujeres violadas. Y, por último, manipula y doblega a la Guardia Civil en un intento de encubrir la torpeza de un Gobierno que se desprestigia a pasos agigantados.
El jefe de Podemos anda muy atareado en su nueva función. Hace cuatro días sentía placer al ver como un antisistema golpeaba con un adoquín a un policía y ahora es el mayor defensor del ministro del Interior, del juez que violenta la justicia.
El gran rojo aprovecha los plenos para interpretar lo que trae ensayado, venga o no a cuento. En jarras, con las piernas separadas, entre solemne y amenazante advierte a un diputado del PP de que podría estar alentando la insubordinación de las Fuerzas Armadas. Seguramente la Guardia Civil se siente más ofendida por el trato que les dispensa el Gobierno que por una pregunta parlamentaria (por cierto, vaya papelón desempeñado por la Directora General de la Benemérita)
Pocas cosas son tan persuasivas como una cuantiosa hipoteca y pocas posibilidades de pagarla si te quedas fuera. ¡Viva Galapagar!
Otro de esos profesionales con una trayectoria defendible que venden barato su alma al Mefistófeles que los tentó con un sillón en el Consejo de Ministros, una plaza en el Gobierno de España. Ya en el ámbito político pierden su solvencia y pronto dilapidan el prestigio que pudieran haber acumulado.
Por aquí tenemos una economista que suscribe políticas económicas poco ortodoxas, como las que defendía antes; un filósofo que hace dejación de la razón y la verdad. Y, lo que es más grave, un juez que pierde el sentido de la justicia y ha aprendido a mentir para hacernos comulgar con ruedas de molino.
Cuesta entender que la erótica del poder sea tan intensa que anula tu autoestima, rebaja tu dignidad y no dimites cuando quien te fichó te somete a esta humillación pública.
Frase emblemática de Mayo del 68 en París para exigir cambios radicales.
En España se vive una situación política desastrosa que se acentuará con la crisis económica.
El comportamiento de Pedro Sánchez ya sólo se entiende desde el campo de la psicopatología. Su soberbia, su cinismo, su incoherencia, su desprecio por todo lo que no coincida con sus intereses… son cualquier cosa, menos normales.
Sigue gobernando porque con la derecha dividida el PSOE gana, aunque sea bajo mínimos, y ahí aparece él dispuesto a pagar a todos, en dinero o en especie.
Antes de que sea más tarde convendría activar la imaginación y, por ejemplo, convocar un Comité Federal que lo expulse del partido para evitar la degradación de las siglas, romper con Podemos y pasar la presidencia a una vicepresidenta que remodele el Gobierno, pida comprensión a PP y Cs y convoque pronto elecciones.
A lo largo de la Historia ha habido reyes que afirmaban “el Estado soy yo”. Hoy Pedro Sánchez podría afirmar “el Partido soy yo” y nadie diría que está mintiendo, ni siquiera exagerando.
Hace y deshace a su antojo, pacta con quien quiere, diseña estrategias con su mercenario de cabecera y no rinde cuentas ante nadie.
Son muchos los militantes hartos de este modus operandi y de estas claudicaciones pero, sospechosamente, todos callan.
De vez en cuando surge alguna voz crítica, pero son casos aislados e inoperantes. Antes existían órganos del partido que servían de filtro, ahora ni eso.
Felipe González fue un líder y un presidente infinitamente superior y nunca gozó de un grado similar de aquiescencia.
La reacción y la corrección tendrán que venir desde dentro porque si el PSOE sigue siendo el más votado él siempre comprará demagogos y nacionalistas para gobernar.
El Blog pretende ser un espacio abierto a la reflexión interactiva, propiciar un intercambio de puntos de vista, de valoraciones. La temática es abierta, pluridisciplinar y combina microartículos (en torno a 100 palabras) con otros más extensos.