Ciudad fría y distante donde cada día se toman más decisiones que nos afectan. Se ha convertido en un claro ejemplo de ambivalencia, de aquello que suscita en nosotros sentimientos y valoraciones opuestos.
Amantísima madre cuando cuando nos nutre con sus fondos para construir y mejorar infraestructuras o subvenciona nuestra agricultura pero odiosa madrastra cuando sitúa la lupa en nuestras cuentas públicas y nos exige “cuadrarlas” imponiendo duras políticas de contención del gasto.
A estas alturas ya se puede hacer balance y parece claro que se está mejor dentro de la UE que fuera de ella, caminando hacia lo supranacional que regresando a la aldea vasca o catalana.
Dejemos las tribulaciones para los confundidos y reacios griegos.