DON JAVIER

En él se pudo inspirar Machado para decir aquello de “era un hombre bueno en el buen sentido de la palabra bueno”. Su calidad humana y su bonhomía quedaron sobradamente acreditadas durante el tiempo que permaneció entre nosotros, en su segunda patria tras la Navarra natal.
Tenía amplitud de miras, sentido del humor, era buen conversador, capaz de pasar de un tema intrascendente a otro de gran densidad conceptual.
Alguien le dijo un día en presencia mía que lo veía más como un “pastor de almas” que como un “príncipe de la iglesia” y monseñor Azagra le dio la razón. De él deberían aprender algunos obispos que con frecuencia desentonan estrepitosamente.
Ya descansa en paz

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