EROSIONANDO

 

Sin separación de poderes no hay democracia. La defendía Locke en el XVII y la consagró Montesquieu en el XVIII. Un demócrata auténtico siempre respetará esa separación, dejando que cada uno de los tres poderes del Estado cumpla su función.

Estamos en una coyuntura que nos obliga a permanecer atentos porque el clima político y el nuevo gobierno sienten pulsiones peligrosas. Unos por pseudo comunistas trasnochados y otros por independentistas republicanos comparten el objetivo de derrotar al Estado, “poner el candado al Régimen de la Transición”.

Permitiéndolo tenemos a un ambicioso megalómano que ampara todo aquello que le garantice seguir gobernando.

Con el Legislativo y el Ejecutivo controlados, inician un proceso erosivo del Poder Judicial. Más allá sólo queda un poder efectivo cuya actuación sería siempre indeseable y peligrosa porque ya no emplea la fuerza de la razón sino la razón de la fuerza.

 

 

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