Son tres: positivo, comparativo y superlativo. Expresan la intensidad con la que empleamos el adjetivo.
Veamos un caso práctico tomando como ejemplo las elecciones catalanas y lo incierto de su resultado.
Es malo que existan nacionalismos en el siglo XXI pero resulta peor que sean independentistas conculcando la ley y sería pésimo que obtuviesen
mayoría absoluta para seguir gestionando la sinrazón, la provocación y la fractura.
Es bueno que hayan reaccionado los constitucionalistas pero resultaría mejor si, unidos, ganan el día 21 y sería óptimo que pudieran formar un gobierno serio capaz de recuperar cierta normalidad.
Cataluña nunca será ya una Comunidad querida en el resto de España pero, al menos, que no sea vista con el odio que ellos han sembrado.