TRAS EL 21-D

 

Parece que no veremos  una mejora sustancial en el endemoniado tema catalán. A tenor de lo que indican las encuestas (tengo delante la media hecha entre 19 sondeos a lo largo del último mes), salvo un milagro sociológico y de sensatez entre  los constitucionalistas, aquello será ingobernable o, en el mejor supuesto, difícilmente gobernable; sin descartar la convocatoria de nuevas elecciones.

Habrá que admitir una vez más con Ortega que el problema catalán no tiene solución. La mitad de ellos son un sector irreductible que resiste engaños, fractura social y empobrecimiento sin renunciar a su quimera  independentista. Incurren en la simpleza del mecanismo de defensa de la negación, consistente en ignorar lo que no nos gusta. Crean su propia realidad en la que se sienten más cómodos.

 

 

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