Por bien no venga. La afrenta catalana nos permite ver cómo funciona el Estado de derecho ante un tema trascendente e insólito en nuestra historia reciente, democrática (el intento vasco fue más suave y no llegó tan lejos). Y parece que está haciéndolo de un modo impecable. Si lo analizamos como un organismo complejo, cada uno de sus órganos está cumpliendo la función que le es propia: el Consejo de Estado con su informe, el Tribunal Constitucional con su sentencia, el Consejo de ministros con sus acuerdos, el Jefe del Estado con su atenta vigilancia, el líder del primer partido de la oposición y otros líderes políticos apoyando las medidas.
Bendita sea la Constitución, que nos protege de estos desalmados irresponsables.