La infanta Cristina vive un profundo dilema que parece conducirla hacia una dolorosa ruptura. Sabe que el comportamiento de su marido- tan primario como codicioso- es la principal causa del desprestigio de la Monarquía, mucho más que la elefanta Corina.
Permanecer junto a él supone aprobar la conducta de quien engañó a instituciones estatales valiéndose de su privilegiada posición.
Si su enamoramiento le impide divorciarse debería renunciar a sus derechos sucesorios. O rompe con su marido o rompe con la Casa Real.
Su padre sentenció: “Asumo la obligación de ejemplaridad”.
Es una mujer agraciada, conversadora sensible e inteligente y equilibraba dignamente su imagen pública con su trabajo en la Caixa.
Se enamoró en un vestuario y aquella estética trajo esta falta de ética.
Debió ser más selectiva.