ISRAEL

 

En setenta años se podría haber logrado que las comunidades israelí y palestina convivieran en sana paz; cada una en su territorio, con sus creencias y su cultura.

Pero ha ocurrido exactamente lo contrario: siete décadas de conflicto y muerte. Y lo peor es que caben pocas esperanzas de mejoría. Nacionalismo y religión, siempre heraldos de la muerte.

Para colmo, el descerebrado presidente norteamericano atiza el fuego con su embajada en Jerusalén, rompiendo el acuerdo de neutralidad sobre esa ciudad, más maldita que santa.

En el brutal y sangriento episodio de la franja de Gaza (58 muertos y miles de heridos) dicen las autoridades israelíes que se limitaron a defenderse (¡qué será cuando ataquen!).

La ONU muestra su habitual inutilidad y espera el próximo juego de provocación-reacción.

 

 

 

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