LA PREYSLER

Algo tiene el agua cuando la bendicen y algo tendrá Isabel Preysler cuando sigue siendo ese preciado objeto del deseo de los hombres. Hace 30 años circuló una leyenda urbana que le atribuía unas técnicas amatorias irresistibles. Pero ni es serio ni parece suficiente para explicar su probada capacidad de atracción-seducción.
Entre sus parejas, exceptuando al fantasma del primer marido, ha habido gente capaz, brillante y culta como Boyer o-el último- Vargas Llosa.
Pigmalión de sí misma, gestora de su imagen con notables beneficios, sabia administradora de sus apariciones y sus silencios, inmarcesible, ahí está, como la puerta de Alcalá.
La pregunta del millón de euros es:¿Qué les das, Isabel?

 

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