La estadística lo refleja todo y nos muestra lo previsibles que somos en nuestra forma de vivir y de morir; hay tendencias vinculables con épocas del año.
En verano el mar resulta letal, sea para bañistas intrépidos o, sobre todo, para inmigrantes, ese fenómeno que nadie se atreve a abordar de forma radical (de raíz), racional y global.
En invierno la nieve, la montaña, los deportes de alto riesgo pasan a ser los protagonistas y exigen su cupo. Un segundo capítulo son las víctimas del fuego o el gas en las viviendas.
Como factor estable, a lo largo de todo el año, la carretera va proporcionando cifras semanales del tributo que pagamos al asfalto.