Deja la presidencia de la República italiana con 89 años y tras ser reelegido (contra su voluntad) en 2013 para llevar paz y concordia a un país fragmentado y agitado. Un comunista serio que supo elevarse por encima de su credo partidista acercando posturas, arbitrando en situaciones difíciles.
Tenía un sentido del Estado del que desgraciadamente carece la mayoría de los actuales dirigentes. El sí que merece ser llamado “Cavaliere” y no el corrupto, pervertido y obstruccionista Berlusconi.
Personas como Napolitano dignifican la “res pública” en una época caracterizada por la inconsistencia y la trivialidad.
Sale de la escena política con la mayor dignidad posible.
Buena suerte, D. Giorgio, larga vida.