La película “Caudillo” rodada por Martín Patino en 1977 es un buen testimonio de nuestra terrible Guerra Civil.
Viéndola es inevitable que cada cual se pronuncie a su modo sobre aquella desgracia.
Ofrece imágenes y sonidos que permiten comparar un lenguaje hueco con otro pletórico; la conjunción de unas élites que veían peligrar sus intereses con el sentimiento de un pueblo que estaba harto de vivir subyugado; generales leales frente a generales felones con respecto a lo que habían prometido defender.
Los aliados internacionales de ambos bandos eran igual de indeseables: fascismo y nazismo frente a comunismo stalinista (lo único salvable fueron Las Brigadas Internacionales). La Iglesia vio su ocasión para recuperar la influencia que había perdido por deméritos propios.
Y en medio de aquella locura colectiva un personaje fatuo y hueco se erigió como el gran triunfador y así vivió durante 39 años.
Pero, en fin, que todo esto sirva ya sólo para alimentar nuestra Historia, por muy triste que sea.
Pedro Sánchez aprendió unas matemáticas modernas en las que ya no se enseñaban las cuatro reglas clásicas del cálculo. Él sólo aprendió a sumar y multiplicar, nada de restar o dividir.
Lo estamos viendo cuando lanza sus propuestas económicas, especialmente ahora que vivimos una campaña electoral en la que se lo juega todo.
Si alguien se molesta en sumar lo que costarían sus promesas, pronto descubrirá que está ante algo imposible o que, en el peor de los casos, supondría un aumento del déficit insoportable cuando se avecinan tiempos de contención del crecimiento. La desmesura es reprobable incluso en época electoral.
Ya va siendo hora de desmontar el tópico de que aumentar el gasto y subir impuestos son las señas de identidad de la izquierda. No es honesto transferir a la siguiente generación una deuda evitable.
Exceden lo que debería estar permitido en un sistema democrático, en un Estado de derecho, porque encarnan lo más abyecto de la noble actividad política.
Quienes defendían que algunos “agitaran el árbol” (ETA cometiendo asesinatos) para que ellos pudieran “recoger el fruto” se muestran ahora como mercenarios en estado puro, vendidos al mejor postor: el PP en los Presupuestos y al poco tiempo el PSOE en la moción de censura; todo les da igual con tal de lograr su botín.
Tienen el cinismo de presumir de ambigüedad calculada, de fina estrategia, cuando la causa es tan sencilla como la aritmética parlamentaria. Cuanto más fragmentado esté el Congreso, más valen sus cinco escaños.
Hay que modificar la ley electoral para que a estos nacionalistas vergonzantes les resulte difícil el acceso al Parlamento nacional; con los autonómicos tienen bastante.
La inmensa mayoría de los ciudadanos ve con normalidad el tema de la homosexualidad, cosa que en España tiene su mérito, habida cuenta de cómo se consideró y castigó durante el católico franquismo.
En la Iglesia la palabra sexo ocupa demasiado espacio y para el insigne obispo Reig Pla es todo un universo que lo aflige. Por donde pasa va creando grupos de terapia que erradiquen esa terrible enfermedad. ¿De qué infiernos huyes, monseñor? ¿En qué paraísos buscas refugio? Curiosamente, no ha hecho declaraciones sobre los abusos a menores cometidos por compañeros suyos.
Se entiende que la Iglesia condene la homosexualidad pero debería dejar de considerarla como una peligrosa enfermedad.
Es lamentable que en la sociedad actual la orientación sexual siga siendo un tema controvertido e, incluso, que se le conceda tanta importancia.
Se empieza a hablar de que la democracia representativa está en peligro y podíamos asistir a una especie de fin de ciclo histórico. Lo cierto es que hay indicadores preocupantes en varios países.
En España nos estrenamos con el ascenso de una fuerza política que parece, como mínimo, inquietante. La mejor terapia es vacunarse contra sus efectos desarbolando los pocos banderines de enganche con los que atraen a gente indignada.
Hay que convencer de que se está mejor dentro de la UE que fuera de ella; necesitamos inmigrantes, aunque eso no impide que se regule el flujo migratorio; es inevitable la igualdad intersexual y el feminismo es razonable, aunque hay uno más serio que otros; quien quiera cazar o ira los toros debe poder hacerlo libremente… etc.
Es necesario lograr que nadie piense en modelos alternativos a la democracia.
Si hacemos abstracción del panorama político y comparamos España con países de nuestro entorno yo creo que sólo salimos perdiendo en los programas estelares de Tele 5 con toda su miseria humana en continua exhibición.
Partiendo de que todo es perfectible, debemos reconocer que tenemos muchos “puntos fuertes”: una Justicia que está funcionando con ejemplar eficacia, una sanidad envidiada en el mundo, un Sistema educativo que cumple sus fines; en fin, un Estado del Bienestar muy aceptable.
Sumemos Historia, cultura, clima, gastronomía, idiosincraia, etc y todo ello nos sitúa en la cabeza de los países con mayor calidad de vida.
Lo más cruel de este inventario es preguntarse qué es lo que nos sobra y comprobar el esfuerzo de algunos para que resalte lo
A Pedro Sánchez le falta originalidad y le sobra inclinación por lo ajeno. Un libro que él no ha escrito, una tesis enclenque y plagiada y ahora un lema de campaña poco acertado: “Haz que pase”, copiado del inglés” Make it happen” que se usa en diferentes ámbitos.
La polisemia le ha alterado la idea central porque “pasar” expresa más significados que “happen”. Pretende decirnos “haz que ocurra, hazlo posible, consíguelo” (de los manuales de auto ayuda) pero también sirve para aludir a una fase superada en un proceso, al transcurrir de los acontecimientos y se leería como “échalo el día 28 y que pase el siguiente”.
Para colmo, la sagaz ministra portavoz elogia la frase porque le suena a “Titanic”.
Ambigüedad inteligente fue OTAN DE ENTRADA NO, pero eso, como otras cosas, no lo superan estos nuevos socialistas.
En el mundo entero se vive el progresivo abandono del medio rural para instalarse en las ciudades, se renuncia a una vida dura e incierta en búsqueda de un bienestar que no siempre se consigue.
Lo único positivo hasta ahora de la precampaña electoral es que está sirviendo para cobrar conciencia del desequilibrio campo-ciudad.
La “España vaciada” se manifiesta pidiendo soluciones y los partidos políticos, cómo no, se hacen eco de sus demandas y prometen soluciones.
Habrá que ver si cuando gobiernen están dispuestos a hacer las inversiones necesarias para dotar de infraestructuras y servicios a esas zonas geográficas.
Por esa igualdad también habrá que luchar con urgencia y eficacia.
Vivimos la paradoja de que muchos urbanitas, hartos de la gran ciudad, buscan paz y calidad de vida en pueblos pequeños.
Los jubilados llevan tiempo movilizándose con más intensidad y frecuencia que nunca. Antes o después tenían que pensar en crear un partido político y finalmente lo han hecho.
Se llama “Jubilados Decisivos”, un nombre acertado porque si los millones de pensionistas que hay en España concentraran su voto ganaban las elecciones.
Aspiran a tener voz en el Congreso para seguir batallando por unas pensiones dignas, apelan a la tópica transversalidad (ni de izquierdas ni de derechas), no excluyen a jóvenes en sus listas, sí a políticos profesionales o sindicalistas.
Desde su experiencia perciben que entre Comunidades Autónomas existen graves diferencias, especialmente en Educación y Sanidad, y piden recentralizar esas competencias que nunca debieron ser transferidas.
Será muy difícil que se consoliden y, sobre todo, que logren abrir un hueco electoral en un campo tan saturado de partidos.
Extraña situación la de Venezuela. Últimamente se ha llegado a una especie de punto muerto del que no parece fácil salir.
Guaidó arrancó con fuerza, denunció la situación insoportable, consiguió el apoyo de la mayoría de los países democráticos y, sobre todo, de USA.
Pero Maduro reaccionó como un animal acorralado, vociferante y amenazador, y logró la “comprensión” de Rusia y China que defienden sus propios intereses.
Lo lógico sería buscar acomodo en Cuba para el dictador y sus corruptos generales, dejar que disfruten de sus depósitos bancarios, fruto de la rapiña y el narcotráfico. Tras un tiempo prudencial, convocar elecciones y solidaridad internacional para rescatar al pueblo venezolano de la pobreza en que lo han sumido.
Por cierto, algún día conoceremos los “intereses” que han llevado a Zapatero a jugar su extraño papel.
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