Se intensifican los ataques yihadistas protagonizados por perturbados y descerebrados que ponen su locura al servicio de Alá, son como un ejército de zombis movidos por un resorte que mata indiscriminadamente sin necesitar muchos medios.
Crean un terror difuso que acaba siendo paralizante; si no podemos circular por aeropuertos o estaciones, ir a lugares públicos o asistir a espectáculos, tenemos que permanecer encerrados en nuestras casas.
Todo ello genera reacciones sociales disolventes y de atrincheramiento en medidas políticas severas.
Lo peor es que no hay solución. Sólo cabe controlar mejor los espacios que habitan y comparten: cárceles, mezquitas e internet. Y, por supuesto, seguir golpeando en Irak y Siria pese a las reacciones.