Es cada vez más abundante hasta el punto de que lo contemplamos como si fuese algo natural o inevitable. Presenta variedades: una menor, aislada, de fin de semana, que destroza jardines o mobiliario urbano y otra más dura, perfectamente organizada, que se cobija en manifestaciones legales para romper cajeros, quemar contenedores y provocar-a veces hiriendo- a la policía.
No es gente seria, con motivos fundados para mostrar esa agresividad antisistema; actúan igual con o sin crisis. Constituyen un síntoma preocupante de esta anómica sociedad en la que vivimos y que no sabemos cambiar.
Dejando que se manifiesten encapuchados no acabaremos con esta plaga.
Los vándalos históricos eran más civilizados que estos.