Los norteamericanos muestran comportamientos curiosos y diferenciales, para bien y para mal.
Ante la pandemia son reacios a cualquier tipo de confinamiento, asumen el riesgo de contagio, pero no renuncian a sus hábitos y libertad de movimientos; se sienten como los caballos cimarrones que no domaron en la colonización.
Representan bien ese liberalismo que siempre resaltará la prevalencia del individuo frente al Estado y sus instituciones, que justifica, por ejemplo, su derecho al uso de armas en defensa de la propiedad y la seguridad.
Y esto no lo hacen porque sean gentes cultas enzarzadas en debates ideológicos sino porque pervive en ellos el espíritu de la conquista que los llevó a convertirse en nación.
El pollino de la Casa Blanca está privado con este sustrato socio cultural que es a fin de cuentas el que le dio y le mantendrá la presidencia.
Amigo Fernando: Comparto contigo el calificativo que le aplicas al inquilino de la Casa Blanca; aunque los ciudadanos silvestres -ay, qué paradoja- de estos lugares solíamos utilizar más bien el término burrucho, referido no solo al burro joven sino también los nenes y tiarrones que actúan sin fuste ni razón, como retoza y rebuzna el asno joven.
Y aunque no venga casi a cuento, añadiré que no llamábamos asno al que los otros llamaban así, aunque sí hablábamos de asnería para referirnos a la abundancia de comida y también acusábamos de asnear al niño y al hombre barbado que se comportaban como los tales. Acción que también sería aplicable al jamelgo de la Casa Blanca.
Muy bien.Amplío mi mundo referencial adjetivo para este siniestro personaje y eso que ya le dediqué un articulillo de estos con tríos de ajetivos ordenados alfabeticamente.
Un abrazo