A DISTANCIA

 

A las clásicas formas de gobierno platónicas hay que añadir una nueva: la telearquía, el gobierno a distancia. Eso es lo que pretende ahora el botarate peliculero Puigdemont.

Esta locura catalana parece no tener fin y raya en el surrealismo (J.L. Cuerda estará tomando nota para su próxima “Atardece que no es mucho”)

Lo más grave es que, si miramos los últimos años, queda patente que Cataluña puede ser administrada no sólo “a distancia” sino incluso “en ausencia”. Ampliando competencias a algunos funcionarios y suprimiendo el ejecutivo todo iría mejor.

La guinda de este esperpento la pone la alcaldesa de Barcelona, la que llegó desde la agitación que causaba para su autopromoción, vergonzosamente apoyada por partidos políticos.

¡Cuánta razón llevaba Ortega! Esto sólo puede “conllevarse”

 

 

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