Su muerte ha permitido ver el respeto y dolor de muchos junto con la impostura oportunista de alguno. Su ausencia pone de relieve que se dejó de pensar hace tiempo; todos viven en el corto plazo, pendientes de elecciones y preocupados por ganar o perder votos, creando un clima que no es el adecuado para resolver los problemas serios de España.
También se está perdiendo ese rasgo tan hermoso que es la bonhomía, la calidad humana que tan fácilmente se reconoce en quienes la poseen. Es más común encontrar gente anodina, de escasa valía, cuando no directamente malas personas.
Sin duda todo ello contribuye a la desafección ciudadana con respecto a la política, no existen líderes o dirigentes con los que identificarse.
Algunos que lo conocimos poco, identificados con él, lo echaremos mucho de menos.