Vivimos tiempos agitados y confusos, vemos cómo los problemas aumentan y se complican. Valgan estos tres ejemplos (de mayor a menor grado de amplitud):
– Dentro del mundo islámico- mil quinientos millones de personas- hay sectores que muestran un radicalismo temible; se matan entre ellos y, sobre todo, nos matan a nosotros (en Nueva York, Londres o Madrid) sólo porque somos “infieles”.
– La extrema derecha crece en Europa de la mano de la crisis económica y la presencia de inmigrantes; no ofrece soluciones serias pero su discurso facilón y demagógico agrada a muchos oídos. También suele tener como compañera de viaje a la violencia.
– En España el nacionalismo independentista está creando una tensión casi insoportable; Artur Mas se ha encerrado en un laberinto de difícil salida y la aparente calma vasca
Si algo tienen en común estos casos es precisamente su irracionalidad, su cerrazón mental hasta llegar al fanatismo.
Por eso parece que es hora de añadir a los valores tradicionales de libertad, igualdad, solidaridad..el de RACIONALIDAD y, si estamos convencidos, luchar por inculcarlo en nuestro jóvenes ya desde la escuela porque es el mejor antídoto contra la dosis de vulgaridad, zafiedad o violencia que reciben desde los medios de comunicación.
No debemos olvidar que vivimos en un país donde la frase: “Abajo la inteligencia, viva la muerte” fue pronunciada por quienes provocaron una guerra civil, la ganaron y fueron tejiendo una escala de valores que estuvo vigente 40 años.
Naturalmente, no se trata de negar la existencia de nuestra dimensión afectiva y su importancia en nuestra conducta. La cuestión es saber conjugar ambos planos teniendo en cuenta que sentimientos y pasiones son subjetivos y causan división entre los seres humanos mientras que la razón, objetiva ,es capaz de unirlos.
Hay que recuperar el legado de la cultura clásica griega, de sus filósofos, quienes defendían que la afectividad se subordine a la racionalidad y se acomode a sus exigencias.
Es también cumplir con una imposición de nuestra propia naturaleza ya que somos los únicos seres vivos capaces de razonar.
Hagámoslo para intentar cambiar el signo de estos tiempos. Si nos negamos, pronto lo lamentaremos.