LOS MERCADOS

Palabra hoy malsonante, auténtica  caja de Pandora, culpables de casi todos los males que nos afligen, crueles como la hidra de Lerma y, como ella, con múltiples cabezas. Los hay de divisas, de deuda, de futuros , de derivados, de valores, primarios y secundarios; incluso grises y negros.

Cuando aún seguimos asociando la palabra a la compraventa de animales o mercancías en la plaza del pueblo, hemos creado ese otro “espacio virtual” en el que se colocan los productos más insospechados. Una persona puede volver del mercadillo del Sábado ,donde ha comprado un mueble viejo o un pollo campero, y dar la orden a su agente para que invierta en un swap sobre el precio del petróleo.

Naturalmente que, en último término, los mercados somos nosotros mismos pero alcanzan un grado de sofisticación que nos cuesta reconocernos en ellos. Si familias, empresas y gobiernos siguiéramos el consejo de R.Areces para financiarnos con recursos propios, no existirían los mercados de deuda que buscan la máxima rentabilidad, ajenos por completo a la sensibilidad social, a los estragos que pueden causar en la economía de un país.

Lo que no puede ser es que unos jóvenes profesionales de la City londinense coloquen en el mercado activos tóxicos que acaban por envenenar el sistema financiero; lo que no debe ocurrir es que una Caja o un Banco con necesidades de capitalización vendan productos tan inciertos y complejos como deuda subordinada o participaciones preferentes a simples ahorradores que no saben ni lo que están comprando.

Los mercados actuales están ya muy lejos de aquella sociedad más primaria  y reducida en la que A.Smith les atribuía el papel de “mano invisible” que por sí sola logra el equilibrio socio-económico. Ahora corren desbocados y alcanzan un poder impresionante. El reto es buscar la fórmula para embridarlos, establecer mecanismos de supervisión y control que permitan intervenirlos si es necesario o prohibir algunos productos, convencernos de que no todo vale, no tener complejos a la hora de situar la acción política legítima por encima de las veleidades financieras. En resumen dar pasos para disminuir la economía puramente especulativa y reforzar la productiva, la real, en la que bienes, mercancías y servicios son algo tangible y no meros apuntes contables .Hay que darle la vuelta a la célebre frase del asesor de Kennedy y gritar: ”Es la política, estúpidos”.

Conviene no olvidar que la codicia humana está en la base del funcionamiento de los mercados, aunque luego nos resulta más cómodo quejarnos  de sus efectos, como si fueran algo ajeno a nosotros.

Volviendo a la mitología, para acabar con esta hidra hace falta más que un Heracles heróico.Tal vez unos centros de decisión  con clara conciencia de ello en este mundo tan globalizado y con la decidida voluntad de adoptar las medidas pertinentes.

 

 

LOS IMPUESTOS

Son los auténticos ladrillos con los que se construye todo el entramado institucional, socio-político de un país, son la argamasa del sistema y con ellos sostenemos desde un concejal hasta el Jefe del Estado.

Pagamos por demasiados conceptos, algunos perfectamente cuestionables:

-TU CASA.-Además de su coste real, pagas una licencia de obras y un impuesto por el hecho de tenerla (IBI).

-TU COCHE.-Además de lo que vale, hay un impuesto de matriculación y uno de circulación que es anual

TU TRABAJO.- El impuesto de la renta que es el más importante de los directos.

TUS AHORROS.-Si logras tenerlos, impuesto de retención de capitales.

TU CONSUMO.-Todos los indirectos; gasolina, alcohol ,tabaco, cualquier mercancía ,bien o servicio que adquieras.

TU EMPRESA.-Pagarás el de actividades económicas o el de sociedades.

En fin, la serie podría continuar y seguro que cualquier día la amplían con alguno nuevo.

Debemos exigir a quienes gestionan lo público administrando nuestro dinero que ya que no nos liberan de algunos, al menos los distribuyan equitativamente. Cada euro público es sagrado y hay que cuidar mucho su destino.

Supongo que la mayoría de nosotros estaremos de acuerdo en que nuestro impuestos se dediquen a construir hospitales, colegios, institutos, polideportivos; o  sirvan para aumentar  el número de becas que se conceden o las ayudas a la dependencia.

Tal vez la misma mayoría se mostrará en desacuerdo con el hecho de que sus impuestos sirvan para mantener tantas instituciones inútiles a fuer de prescindibles, desde el Senado hasta los Defensores del Pueblo autonómicos pasando por las Diputaciones o el número de concejales de los Ayuntamientos.

-la vergonzosa cantidad de “asesores” que lo ignoran todo y por tanto no pueden cumplir su función (¡que se lo pregunten a Carromero  en el Ayuntamiento de Madrid!)

-mantener bien alimentados en la cárcel a individuos como Bárcenas, Bretón o Carcaño, cuando tanta gente honrada lo pasa mal.

Tampoco estaría mal que se intensificara la lucha contra el fraude fiscal y lo que se recaude permitiría aliviar la carga impositiva de los que cumplimos con Hacienda.

 

 

BIPEDISMO

A lo largo del proceso evolutivo de nuestra especie la superación del estado de cuadrúpedo fue un hito decisivo que permitió la liberación de las manos, la ampliación del horizonte visual, el retroceso de la faz hocicada; pero…toda moneda tiene dos caras y el bipedismo también supuso una modificación del esqueleto, la columna pasa a soportar más peso y aparece la amplia gama de dolores de espalda, los problemas de vértebras y discos, desde las cervicales a las sacras, siendo hoy uno de los mayores motivos de baja e incapacidad. Dan ganas de volver a ser cuadrúpedos. ¡Estaríamos graciosos!

 

ESTADO DEL BIENESTAR

En España se alcanzó en la década de los 80 con gobiernos de Felipe González. Ahora vemos como va retrocediendo considerablemente con la excusa de la crisis. Es verdad que hemos vivido una época desaforada, que no se  puede tener todo, de prisa y gratis…pero diferenciemos lo esencial de lo accidental y no renunciemos a lo esencial: sanidad, educación, pensiones, ayuda en la dependencia… Mientras  llegan tiempos de bonanza económica, de crecimiento y empleo, se puede recortar en lo superfluo y aumentar algún impuesto, pero nunca abandonar a los desasistidos o disminuir la igualdad de oportunidades.